El cuento no llegó a contagiar
lectores; apenas logró entusiasmar al cineasta que terminó haciendo los
arreglos para una película que nunca encontró
lugar donde estrenarla. Más rentable resultó el espectáculo con libreto
made in USA. Repites a cambio de…,
imitas a pesar de…, te mimetizas y luego…, etc., etc. “El fin justifica los
medios”, diría el libretista. “Yes, Yes”, balbucearía el actor contratado.
Dicen algunos de los testigos presenciales de aquel acuerdo, los chismosos que
nunca faltan, que el susodicho tuvo el atrevimiento de preguntarle al gringo si
en ese fulano “fin que justifica los
medios” estaba incluido Globovisión.
“Nicolás Maquiavelo”, respondió el gringo. La
contundencia de la respuesta de Henrique no pudo ser más firme: “Entonces no hay
acuerdo; primero muerto, pero lo que soy el mismísimo yo no aceptaré jamás
contubernios con el sindicato de transportistas
chavistas. Si el sindicalero
Maquiavelo entra en el negocio lo más
probable es que mis panas Ravell,
Mezzerane y Grannier queden por fuera en el reparto y eso para mí es el
punto de lo que me queda de honor”.
Y como su problema no era con el
fin que justifica los medios sino con Maquiavelo Nicolás, tuvieron que llamar a
Caracas para que la MUD nombrara una comisión de notables antichavistas que, a la brevedad, debería viajar a Gringolandia a resolver el impase. Teodoro no pudo, Allup
tampoco, el Tigre menos, Aveledo nada, María Corina confundió más la
vaina, Andrés Velázquez no estuvo a la altura y Ledezma despertó sospechas de
aspiraciones futuras. Sólo Leopoldo y Julio le convencieron. El “fraude show”
quedaba montado, con financiamiento incluido.
Tenían diez días para vender las
entradas al “fraude show”. Contaban con
el apoyo multinacional para la promoción, contaban cuentos en todos los
pueblos, contaban las entradas vendidas, contar… contar… ¿Cómo no contar con el
fin que justifica los medios? Y llegó el día de contar de verdad. Habían
contado tanto que, al igual que en
Macondo, olvidaron, sin proponérselo, cómo es que se cuentan matemáticamente
las entradas. Y perdida la capacidad de contar, comenzaron a cantar. Cantaron
fraude desde el olvido que les deparó la
desesperación de las ventas. Y cuando recuperaron algo la
memoria estaban bailando los ocho muertos de su fraude show y solicitando
reconteo con la esperanza de aprender otra vez a contar.
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